Según cuentan algunos testigos, los criollos fueron
al almacén de Llorente a pedirle prestada una pieza. Algunos dicen que
fue un ramillete, otros un farol y otros un florero, con el fin de
adornar la mesa de Antonio Villavicencio. Llorente se resiste porque
dice que la pieza está maltratada y en mal estado. Se arma el tumulto y
se convoca a un cabildo abierto poniéndose en sintonía con lo que ocurre
en las otras provincias de la Nueva Granada y lo que ocurre en las
otras colonias españolas", cuenta Daniel Castro, director del Museo de
la Independencia, lugar donde ocurrieron los hechos del 20 de julio y
donde aún reposa una parte de la pieza que los criollos fueron a pedir
prestada.
Poco antes de las doce del día, como estaba previsto, se presentaron los criollos ante Llorente y después de hablarle del anunciado banquete a Villavicencio, se le pidió prestado la pieza para adornar la mesa. Llorente se negó, pero su negativa no fue dada en términos despectivos o groseros. Se limitó a explicar diciendo que la había prestado varias veces y ésta se estaba maltratando y por lo tanto, perdiendo su valor.
Entonces intervino Caldas, quien pasó por frente del
almacén y saludó a Llorente, lo que permitió a don Antonio Morales, como
estaba acordado, tomar la iniciativa y formular duras críticas hacia
Llorente. Morales y sus compañeros comenzaron entonces a gritar que el
comerciante español había respondido con palabras contra Villavicencio y
los americanos, afirmación que Llorente negó categóricamente.
Mientras tanto los principales conjurados se
dispersaron por la plaza gritando: ¡Están insultando a los americanos!
¡Queremos Junta! ¡Viva el Cabildo! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Mueran los
bonapartistas! La ira se tomó el sentir del pueblo.
Indios, blancos, patricios, plebeyos, ricos y pobres empezaron a romper a
pedradas las vidrieras y a forzar las puertas. El Virrey, las
autoridades militares y los españoles, contemplaron atónitos ese súbito y
violento despertar de un pueblo al que se habían acostumbrado a
menospreciar.